Aquí estamos en nuestra casa detenidos y obligados a permanecer adentro. Limitados en los contactos con el exterior, con nuestros seres queridos, los amigos. Cambiando costumbres sin que nos hayan consultado.
Sin recurrir a distracciones habituales como pasear, ir de compras, hacer deportes, encontrarnos a tomar un café…
Los niños no van a la escuela, donde “alguien” se ocupa de ellos, enseñándoles lengua, matemáticas, buenos modales. Así que a la falta de “respiro” se agregan las tareas docentes. Con todo lo que semejante cuestión implica. En el mejor de los casos, sólo acompañar. En el lado difícil, se trata de chocar con angustias antiguas, espejos de nuestra historia escolar, recuerdos bien hundidos que nadie pensó en reflotar.
Los lugares a donde podíamos “huir” – llámense trabajos estudios posgrados, “obligaciones”- están cerrados.
Así que esas tareas, cuando es posible realizarlas, no nos justifican la salida, el afuera.
Paralelamente ocurre que estamos recibiendo una increíble enseñanza: las pequeñas cosas, se han convertido en lo importante.
Un sobrino le lleva a una tía mayor, que vive sola, un bolsón de verduras y frutas. Y ella, poco habituada a recibir, se emociona. Es un gesto inédito. El sobrino también lagrimea. Comprende en un instante lo que significa la soledad, la limitación, la necesidad, la impotencia.
Quien vive en un departamento, sin espacio verde, cuida sus plantitas con mayor devoción, y quien disfruta de un jardín entiende la magnificencia de la vida abundante que le ha tocado. Tan solo un pequeño jardín hace una gran diferencia.
Los detalles, en la vida propia y la de otros, que ahora son compartidas por medios virtuales, nos han vuelto más atentos, más despiertos.
En mi caso, las consultas online con quienes han elegido continuar con sus procesos de análisis, han abierto puertas inconcientes en ellos y en mí, que surgen gracias a esta situación especial, rara. Hay tanto de lo nuevo, que no alcanzará la cuarentena para elaborarlo. Todo es jugoso, tanto lo que duele, como lo disfrutable.
El ángulo de observación, o el recorte de nuestra realidad chiquita, se amplió.
Quien Soy entonces? De qué lado suelo ubicarme, del lado del lamento por lo que perdí y ya no puedo, o del lado del Recibir?
Recibir qué? Un enorme empujón para avanzar en el Camino de Crecimiento.
Grandes lotes de sabiduría.
Las enseñanzas vienen con los ejercicios prácticos de aplicación inmediata.
Es un gran momento… que creen ustedes?