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Cuenta Don Lipton, el biólogo celular…

Que esta cuestión de la influencia del ambiente en la vida, reproducción y muerte de las células tampoco  fue muy considerada por  sus colegas científicos.

Porque al igual que le había sucedido a él mismo, cuando se descubrió la existencia del Código Genético del ADN, éste pasó a ocupar todo el escenario, cual estrella de Hollywood, y en medio del apogeo del estrellato, no fue posible escuchar una tenue vocesita que pusiera el acento en otra cosa.

Sabrán ustedes, o habrán oído alguna vez en la escuela, del gran CHARLES DARWIN, que en los años 1860  escribió “El origen de las especies” y fue el precursor de la influencia de los genes en la descendencia  y supervivencia de todas las especies animales y vegetales. Les recuerdo que nosotros estamos incluidos en la primera de esas como “los animales más evolucionados” (cada quien que piense lo que quiera). Y que la evolución se produce por el proceso de “selección natural” , es decir, el que tiene los mejores genes, gana.

Entre Darwin por un lado, y  Watson y Crick con el descubrimiento genético en 1950, se olvidaron de la influencia del ambiente, y así fue como, retomando a Profesor Lipton, sucedió  “…El problema de la infravaloración del ambiente, es que provoca una supravaloración de la Naturaleza, en forma de determinismo genético: la creencia de que los genes <controlan> la biología. Esta creencia no sólo ha llevado a una cuantiosa suma de dólares perdidos en investigaciones…sino a algo más importante: ha cambiado la forma que tenemos de ver nuestras vidas”.

O sea, convencidos como estamos que los genes son nuestra herencia, y que con ese paquete lidiamos… nuestra participación en la salud y enfermedad queda limitada  a esperar, dado que en cualquier momento se va a manifestar algun gen maldito, que un tío o una abuela nos trasmitió.

Pues bien… esto no es Tan así

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